93- 2- Figuras para un viejo álbum rural
Por Heliodoro Fuente Moral.

Nota: Hago un huequecito en este serial historiador sobre Villanueva para editar, un texto sobre despoblación rural, de un amigo, nacido en la cercana población de Cañizar de Amaya: Heliodoro Fuente Moral.
Para obtener una mínima información sobre Cañizar de Amaya, enlazo con un artículo de la enciclopedia Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Ca%C3%B1izar_de_Amaya.
El presente texto es copia de un artículo titulado 'Figuras para un viejo álbum rural'... Como el título indica, es un álbum fotográfico con unas 30 fotografías. Aquí solamente se copia el texto, en su integridad, puesto que es extrapolable tanto a Villanueva de Odra, como a otras poblaciones de la comarca... sin embargo, no se copia las fotos.
Al original completo del álbum de Heliodoro puede accederse pinchando en: https://cafemontaigne.com/figuras-para-un-viejo-album-rural-heliodoro-fuente-moral/literatura/las-palabras-del-arbol/admin/.


Cañizar de Amaya

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Figuras para un viejo álbum rural. (Por Heliodoro Fuente Moral).

"Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro, o yugo de carreta,
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida"
.

Quiero encabezar esta pequeña reflexión sobre escenas y personajes que poblaban o iban y venían por nuestros pueblos castellanos, con ese fragmento, que es apelación a la memoria, del conocido poema de Antonio Machado: 'A un olmo seco'. Como en él, también en estas líneas se evoca ese atisbo de vida que pervive en algunos casos, -en otros pasó ya a los recordatorios-, casi a punto de ser apagado por el viento de la evolución de la vida y por la tremenda despoblación que progresivamente va arrasando nuestro campo.

Con la paulatina mejora de condiciones de vida tras la posguerra y la incipiente mecanización de las tareas agrícolas, que se inicia por los primeros años 60 (es un proceso largo, no una fecha concreta), se acentúa en los pueblos una cierta desbandada migratoria y va perdiendo valor el viejo prestigio social, y la ventaja económica en el campo, de una familia patriarcal y numerosa de la posguerra. La agricultura se rinde ante la industria en la España de la época, y con ello, el pueblo ante la ciudad. Políticamente es estimulada esta evolución como vía de progreso y modernización.

Entre los más jóvenes, unos salen a cursar estudios (en seminarios y colegios en manos de la Iglesia, en escuelas de artes y oficios, en los escasos institutos de capitales de provincia): tener estudios adquiere un gran valor añadido como vía de promoción personal y social y para vivir mejor. Otros abandonan la labranza, conscientes de que la contribución de sus brazos comienza a ser suplida ventajosamente por el tractor; o bien por la seguridad de un trabajo menos absorbente de su tiempo en una fábrica, o empresa de servicios... mejor y más regularmente remunerado, cada semana o cada mes... con vacaciones, impensables en el campo, y con una vida socialmente más rica y prestigiosa en las ciudades (Madrid, Bilbao, Vitoria, Barcelona, o la respectiva capital provincial, o el extranjero)... frente a la dureza, rudeza y falta de perspectivas de futuro del campo y oficio de labrador: el progreso no pasa por el campo y el pueblo.

Quienes salen a estudiar difícilmente volverán, salvo abandono, o temporalmente en vacaciones, a asentarse en el pueblo; nunca, terminados los estudios: ¿qué pintan allí, qué futuro les cabe esperar? Quienes salen a trabajar y vivir en la ciudad, porque buscan otra vida, o no quieren o no pueden hacer frente a la inversión en un tractor y su costosa maquinaria y en ampliar su patrimonio rústico, o bien van desarraigándose progresivamente, o vuelven exhibiendo éxito y puede que arrastren con ellos a su paraíso a hermanos, padres, otros familiares o amigos: "¡En la ciudad se vive mejor! ¡En el campo ya sabes lo que hay!".

Muchas familias se van de pronto o en goteo; o bien va estableciéndose la base de un futuro abandono generacional: no habrá relevo para abuelos y padres en la recepción de la heredad o patrimonio agrícola familiar. Años más tarde surgirá una agricultura a tiempo parcial, de fines de semana, si el pueblo queda cerca de la ciudad donde se reside. Se venden tierras… Cocheras, portoneras o carreteras, eras y casetas, pajares, corrales y herrenes, horneras, vanizos, bodegas, casas viejas... van llenándose de anticuados y ya inútiles aperos de labranza, a modo de cementerios de historia familiar.

Se añade un doloroso apunte sociológico: el auge de la soltería masculina; no buscada, sino soportada, sobrevenida, inevitable, sufrida en mayor o menor grado e incluso con estoicismo o indiferencia aparente. Muchos varones permanecen con sus padres en la casa familiar prácticamente de por vida. ¡Se quedan solos, solteros, mozos viejos...! ¿Qué chica, salvo alguna de la propia localidad o de alguna vecina, encontrará atractiva la vida rural, encerrarse de por vida, al casarse, en un pueblo, ser labradora? La natalidad rural comienza a acusar alarma de crisis: de la familia numerosa a ni siquiera la tasa de reposición generacional familiar de hoy. El índice de hombres solteros, de ancianos y de viudas en los pueblos castellanos perfila el rostro de la población y de la despoblación del mundo rural.

Todo eso significa una transformación importante de formas de vida, de familia y trabajo, de instituciones sociales locales (concentración en uno de varios municipios minúsculos; sin escuela, sin cura en parroquia, incluso en algunos lugares sin cantina o bar, como puntos de encuentro; sin cuartel de la guardia civil; con el veterinario y el médico y el centro de atención primaria lejos; perdido el viejo mercado semanal cerca y aquellas viejas ferias comarcales de ganado, aperos y productos del campo, sin coche de línea...); transformación de valores, autopercepción y autoestima y tono vital de los pueblos y sus habitantes, creencias y convicciones, relaciones sociales y convivenciales, política y economía, visión del trabajo agrícola como agricultura de mercado, producción, gestión del tiempo y del tiempo libre y la diversión...

Paralelamente, se vive mejor y más; y se dispone y disfruta de más ingresos, recursos y poder adquisitivo, mejores medios de vida y trabajo, condiciones y calidad de vida, habitabilidad, alimentación, sanidad, educación, medios de comunicación, acceso a nuevas tecnologías, medios de transporte... ¿Perspectiva optimista para el siglo XXI? ¡Pues nunca se ha vivido en los pueblos como ahora! Pero, ¿no va surgiendo una cierta conciencia convergente, y un sentimiento cáustico a la par, de residual, de indiferencia sociopolítica, de irrelevancia fáctica, de qué pocos somos, de esto se acaba?.

La estructuración e incorporación social de lo rural conocen solo en parte una cierta modernización y la vertebración productiva mantiene los viejos esquemas y perfiles de individualismo del autónomo, alergia al asociacionismo y a la gestión y defensa de intereses comunes: el futuro sigue sin construirse juntos. Es la vieja conciencia anárquica y desconfiada de los pequeños autónomos. Y eso es e implica seguir instalados en la vulnerabilidad, en la debilidad y en la inaudibilidad e invisibilidad. Pero eso es otro cantar... Y para otros corrillos.

Pues, como Machado, antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas…, quisiera yo también evocar a algunos personajes, avecindados o forasteros, ya idos, o casi, populares en la irrelevante historia del localismo rural. Sirva, como mínimo, para no olvidar nombres y actividades u oficios variopintos, cada cual con sus particularidades locales y regionales, apariencias, apodos y aspectos propios del desempeño de su oficio y sus hablares y hablajes:

1.- Personal auxiliar contratado o ajustado para las tareas agrícolas: agostero, segador, sementero, acarreador, pajero, arroyero, cavador, leñador.
2.- Personal de guarda de ganado: pastor, arreador, rabadán, zagal, cabrero o chivero, vaquero, boyero o bueyero o güicero o buicero, jatero, yegüero o guarín (pastor de yeguas y mulas).
3.- Personal de tareas específicas de cuidado y aprovechamiento del ganado: partero, capador, mamporrero, herrador o albéitar, esquilador, matazán o matarife o matachín, sangrador, lanero, pellejero.
4.- Personal que comercia con ganado, compraventa o transporte: lechonero o lichonero, chinero, marranero, tratante, chalán, burrero, arreador de reatas o recuas, arriero.

5.- Personal de elaboración de materiales de construcción, edificación u otros en el campo: adobero, picapedrero, cantero, albañil, panduco; carbonero, leñador, resinero, peguero o pezguero.
6.- Personal que elabora o comercia con aperos o útiles del campo: carretero, trillero, cribero, zarcero, cuevanero o covanero; mimbrero, cestero, escobero, soguero, escriñero, pajero, guarnicionero o guardicionero.
7.- Personal que presta servicios de carácter social a la comunidad o al servicio de la iglesia: juez de paz, escribiente, el que cobra el censo, alguacil, el que lee los contadores, cartero, boticario, curandero, partera o comadrona, pregonero, barbero, sacamuelas, campanero, cura, sacristán, santero, enterrador, caminero, capataz, molinero, leñador, encalador, cantinero, panadero, galletero, estraperlista, y el día de la función, dulzainero o gaitero o chiflitero, almendrero, caramelero o confitero.
8.- Personal de servicios de reparación y repuestos: componedor, hojalatero, alañador, restañador, herrero de fragua, plomero, afilador, vaciador, chatarrero, quinquillero, quincallero, cacharrero, panadero, fresquero o pescatero o pescadero, gaseosero y vinatero, tripero (para embutidos en matanzas), hortelano, zapatero remendón, buhonero, aceitero, hilero, cerero (comprador de cera), velero (vendedor de velas), catador (de extracción de miel de las colmenas), pañero.

Y ahora vendría la parte pragmática en que, puesto que la secuencia queda sin cierre exhaustivo, a cada lector le cabría añadir su aportación memorial de vivencias; o bien echar mano de un diccionario, internet o preguntar al abuelo o a los sabios expertos de cada pueblo, e iniciar una siempre gratificante charla histórica, que a veces ha de dar pie a que los más jóvenes se aventuren a crear un blog, página web, revista o libro del pueblo, con registro de imágenes, tradiciones y costumbres, así como un palabrario o léxico de aquí (la ciudad), siempre hermanado y próximo al de ahí, pero a la vez diferente y sembrado de matices localistas y hasta de familia: Etnografía, en su sentido más genérico, e historia de vidas... Y en ese momento, mediante la llamada telefónica, la charla, el whatsapp, e-mail, facebook, instagram y sus variantes, se activa una comezón investigadora y de rastreo, que es afán de pervivencia (quiero anotar en mi cartera / la gracia de tu rama verdecida), que vuelve realidad, aquello de que uno nunca se va del todo, de donde vio la primera luz, la luz.