22- El molino y la presa
Por Miguel-A. Cibrián.

Hoy voy a hablar del molino y de su presa, ya que son temas imprescindibles en la pretensión de historiar, al menos un poco, Villanueva de Odra. No obstante, he de aclarar no saberme esta lección (entiéndase: no tener una noción clara al respecto)... hasta diría que cuanto he podido hallar, no se corresponde con mis ideas preconcebidas... Por lo cual, aprovecho para repetir el llamamiento sobre que quien tenga datos, los aporte a este historial... reformas o correcciones concretas, o mediante artículos completos. Y no sólo en este asunto, sino en todo cuanto signifique historiar o describir Villanueva... que, mal que nos pese, va camino del olvido. Cuando menos, podremos dejar escrito algo sobre lo que sucedió, o cómo fue nuestro pueblo, para generaciones venideras. Y hemos de hacerlo entre todos.

El molino de Villanueva de Odra. Vista panorámica. Foto de Rafael Alonso Motta

En una de las fachadas del molino hay un dígito referido a los primeros años de 1900. Yo, idiota de mí, creía que tal cifra correspondía a la construcción del molino. Sin embargo, ese dato anual parece estar referido a uno de los edificios. O sea, nada: puesto que lo importante y duro de realizar no es un edificio, o su reforma, sino el sistema molinar: entre ello, cauce y presa: Lo cual eran (en pretérito) auténticas maravillas si pensamos que todo aquello se hizo a mano, ya que por entonces no existían las máquinas. Y el cauce, por poner un ejemplo, es un canal de tierra, que tiene 200 metros de longitud, y está elevado metro y medio sobre el terreno. ¿Cómo subieron la tierra hasta allí y la presaron para que la fuerza del agua no abriera boquetes? Se le puede suponer, junto a la presa, obras ingentes.

En el catastro del Marqués de la Ensenada (año 1750), a la pregunta: Propiedades del común:, los representantes del concejo de Villanueva responden :
A esta pregunta dijeron que el común de este pueblo no tiene más propios que diferentes heredades, viñas, casas, árboles y un molino harinero de dos ruedas; que todo ello constará con expresión del memorial que han dado a que se remiten y su producto saldrá por la consideración que queda hecha y quedarán a testimonio que se les pide.

¿Pero... hablan del molino actual? ¿O el actual es otro...? Porque queda claro que hablan de un molino comunal. ¿O en qué momento ha pasado a ser una propiedad privada?... La segunda parte de la respuesta, no la entiendo: Supongo que el añadido inventado por los funcionarios, ya que ningún agricultor habla de esa pinta.

En el mismo catastro, sobre la pregunta: Minería y manufactura:
A esta pregunta dijeron que de los artefactos que expresa sólo hay un molino harinero con dos muelas situado en el arroyo que llaman Odra a la distancia de un tiro de bala. Con dicha agua muelen tres meses al año y pertenece al común del pueblo, el cual no se arrienda, y sólo sirve para moler sus vecinos por sus respectivas adras, y pueblos de la inmediación. Y para su administración y para que cuide las máquinas, tiene puesto dicho común a Pedro Abad, vecino de Villegas, con la condición lleve la tercera parte de lo que produce dicho molino, el que según les consta de correspondencia es lo regular producir en cada año, rejuntado por un quinquenio, 15 fanegas de trigo, 10 de cebada, 45 de centeno, que repartidas quedan para el común, por razón de producto, 10 fanegas de trigo, 10 de cebada y 30 de centeno, y para el otro Pedro Abad, por razón de utilidad, 5 fanegas de trigo, 5 de cebada y 15 de centeno.

A los funcionarios que trascriben las respuestas del concejo, les pondría un cero en literatura: Escriben todo seguido, como se baila el pasodoble. Y, aunque lo he puesto comas, en un intento por entender, me quedo a medias. Vamos a ver: dicen que el molino es comunal, y no se arrienda.... añaden que solamente sirve para moler los vecinos, y los pueblos de inmediación (Tapia y Guadilla, puesto que en Sandoval y en Villahizán había molinos)... Y citan la palabra "adras" (adra = turno, vez). O sea, que para moler, puesto que un molino hidráulico de dos muelas es lentísimo, había que pedir vez y esperar a que les tocara el turno... Lo de tres meses no se lo creen ni ellos. Todos sabemos que en el Odra había caudal para moler algo más de seis meses. Una explicación evidente a esta mentirijilla, sería que declaran a la baja, puesto que estos catastros se usaban para fijación de impuestos comunales... ¿Y quien era Pedro Abad? ¿ El encargado del molino? ... Y los salarios que se citan los veo retorcidos y difíciles de entender.

El molino que yo conocí (hacia 1960) estaba regentado por el matrimonio: Mario y Angelina. Ella era hija del propietario (luego ya no era comunal): Un tal señor Bonis, el cual vivía jubilado en el pueblo de mi madre, Castrillo Rio Pisuerga, en una casa recién construida.

Añadido posterior:
"Soy Mario Leciñana (Marujo) hijo de Mario (fallecido) y de Angelina (molineros de Villanueva)". -Con Marujo asistí a la escuela del pueblo, así como con su hermano, Roberto)-. ""Mi ama me ha hablado de tu blog, y lo estoy mirando (por cierto me gusta). Me estoy enterando de muchas cosas que no sabía.
Y para refrescarte un poco, te diré que el molino es del año 1903, y la parte de cuadras, que es posterior, ya lo hizo mi abuelo (Bonifacio)",
-"señor Bonis", le llamo yo en mi texto-, "los criados fueron Anselmo y Vitaliano. El caballo que os llevo al pueblo de mi madre (Castrillo de Pisuerga) se llamaba (Serín) un percherón. Los perros que no os dejaban pasar a la presa no se si sería (Caina, pastor alemán) o (Tuko, perro lobo).
Y no nos fuimos a Valladolid, sino a Irún"
. -Perdón por mi lapsus-.

Por entonces, en el molino ya había dos versiones para moler: molino hidráulico, y molino eléctrico. Precisamente por entonces, quienes lo regentaban emigraron a la ciudad, y el molino fue sacado a la venta. Los compradores fueron los actuales propietarios, o sus herederos: el matrimonio: Severino (fallecido) y su esposa, Catalina... hijos: Maxi, Paco, Rafa, y Abilio (fallecido).

Molino hidráulico de Villanueva de Odra... Foto de Miguel-A. Cibrián

Yo sí he visto en funcionamiento el molino hidráulico: en la década de 1980. Una fuerte tormenta provocó tres días sin luz, y lo puso en marcha Rafa, joven de mi edad e hijo de los propietarios del molino.

La actividad de moltura de este molino cesó hacia 1990. La señora Catalina lleva más de 20 años viviendo sola en aquel caserón alejado del casco de la población. Su hijo, Paco, vive en Guadilla, y va casi a diario a ver qué necesita su madre.

En el año 2003 una fuerte riada reventó la presa. Como consecuencia, la avalancha de agua arrastró gran cantidad de grava, llegando a cenegar totalmente el tojo del puente.

La presa reventada. Año 2003. Foto de Lourdes Cibrián

Tojo del puente cenegado de grava. Año 2003. Foto de Lourdes Cibrián

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A continuación, pego este texto, relacionado con la temática del presente artículo, que escribí hacia el año 2000.
"EL COCHE DE SAN FERNANDO":

No es posible resaltar las belleza de paisaje de estas tierras agrícolas de la meseta. El terreno, sumamente llano y de aspecto terroso, da a ver una panorámica bastante monótona. El clima muy riguroso: frío y húmedo del invierno, y seco y caluroso del estío, favorecen muy poco la visión del mutante cuadro. Salvo el intenso verdor primaveral de los campos de cereales, que cambia lentamente el colorido hasta convertirse en doradas espigas, el tinte es completamente árido. No obstante, en la niñez apreciamos la belleza de manera diferente. Tal vez, sea debido a nuestros ilusionados ojos, capaces de centrarse en un determinado punto sin ninguna clase de preocupación que disipe la mirada. Quizás, la cuestión no esté en la forma de mirar, sino en los propios ojos, que, con el paso del tiempo, a modo de cataratas, van formado capas de desilusiones, provocado una visión más opaca, para cuya corrección no sirven lentes.

En mi niñez, las zonas de mi pueblo, del río, el molino, su cauce, y la presa, eran para mí tan bellas e ilusionantes como el paraíso terrenal, con fruto prohibido incluido. La presa distaba de la población casi dos kilómetros, pero, en cuanto llegaba la primavera, subíamos a bañarnos siempre que podíamos. El camino más corto y seguro era pasar entre la casa del molino y la caseta del perro guardián. El molino estaba alejado de la población, y atado a la caseta con una larga cadena, había un enorme mastín que ladraba, furioso, a cualquier desconocido. Bajo ningún concepto, yo me hubiera atrevido, en soledad, a pasar por allí, pero siempre había alguno, más atrevido, haciendo carantoñas al perro mientras pasábamos los demás. A continuación, subíamos al terraplén del cauce, donde había un estrecho sendero pelado por los pies de los caminantes (se hace camino al andar como escribía Machado). Y por aquella senda caminábamos varios centenares de metros con un declive de dos metros a un lado, y el agua del cauce con sus ovas, al otro, y el fondo musical del croar de la ranas, al parecer, alteradas en su sangre por la primavera. Luego, se atravesaba el cauce por un estrecho puentecillo (no más de 30 centímetros). A ambos lados del sendero, ahora, había olmos, y el ruido de fondo pasaba a ser el trino de los pájaros. Al fin, llegábamos a la presa, y ya no se oía el canto de las aves, sino el rugir del agua saltando por encima del dique.

Al hilo de lo dicho, me pregunto si mis ojos, viejos cansados, están heridos por la degeneración y carecen de ilusión. Me pregunto si tal negativismo se debe a un contraste de percepción, o es pura realidad. No se responderme. Me persiguen las dudas. Imagino... y me pierdo imaginando. El molino ya no tiene actividad... el sendero es de suponer que no existe por falta de pisadas, y la maleza habrá cerrado el paso... el cauce no lleva agua, pues una avenida reventó el dique, y nadie se ha molestado en hacer inversiones económicas para repararlo... no puede haber ranas en un lugar seco... los olmos, como todos los del lugar, se habrán secado por causa la grafiosis (enfermedad de los olmos), los pájaros no creo que se acerquen a arboles sin hojas... y, por último, la presa solamente es un lugar en ruinas (con escombros incluidos, testigos silenciosos de muerte), donde ya no se detiene el agua. ¿Son mis ojos el problema, a hay una cruda realidad que no quiere verse?. Posiblemente la belleza de cualquier paisaje está en las personas y sus obras. Y ya aquí no queda personal que pudiera trillar el sendero. Eso sí, vendrán unos pseudoecologistas gilipollas, instalados en el gobierno, y multaran por cortar leña de la vera del río. "¡Verde... que te quiero verde!" (Federico García Lorca). Lo siento, no vale la pornografía.

Para bañarnos en la presa, los niños no pedíamos permiso en casa. Probablemente nos lo hubieran denegado. Nos bañamos el pelotas (completamente desnudos). Sin bañadores, ni tollas. Nos secábamos al aire. Ni siquiera hubiéramos podido bañarnos en calzoncillos, pues había que ponerse de nuevo la ropa seca para volver al pueblo. A decir de los primeros en lanzarse, el agua siempre estaba buena, aunque hiciera un frío de mil demonios. A lanzarse pronto, lo llamaban "pasar el susto". Era verdad, cuanta más pereza, peor. Y, sí, es cierto, el agua siempre estaba buena... estupenda... lo jodido del caso era salir del agua y secarse, tiritando, al cierzo. Curiosamente, la presa se secaba por completo durante el verano, aunque no el río: El escaso caudal se filtraba por debajo... y reaparecía en forma de fresquísimo manantial tras varios kilómetros de cauce seco.

Ignoro la historia de molino de mi pueblo. Estas instalaciones hidráulicas durante mucho tiempo habían sido un próspero negocio, pero por entonces ya estaban en vertiginosa caída. El molino, estaba regido por la hija del propietario y su esposo. La lucha de clases debe ser algo espontáneo que florece sin que nadie te lo enseñe. Los otros niños no tragábamos a los hijos de los molineros. Constantemente repetían lo de "mi mamá" y "mi papá". ¡A la puta mierda! ¡Si nosotros, los pobres, solamente teníamos "madre" y "padre"! Enseguida venderían el molino para irse a la ciudad. El nuevo propietario su modernizó, e instaló un molino eléctrico. En alguna ocasión vi en funcionamiento al molino hidráulico y sus enormes piedras redondas. El nuevo propietario solamente lo ponía en marcha cuando faltaba la luz... cosa que aquí podía ocurrir durante dos o tres días seguidos. El costo energético de la moltura con el molino hidráulico era nulo, pero exigía mucho tiempo y trabajo... y eso no cuadraba en los tiempos modernos. Esta clase de molinos hoy ha pasado a ser museos para el recuerdo.

El propietario del molino, de mi niñez, vivía jubilado en una casa nueva en la población natal de mi madre. Es imposible calcular la distancia desde aquí... diría que unos 15 kilómetros, en aquel entonces, por caminos impracticables: encharcados y llenos de barro durante el invierno, y polvorientos durante la estación estival. Caminando se tardaba en llegar al menos tres horas. Mi madre tenía una prima casada aquí, mientras los padres de ambas vivían en la otra población.

El propietario jubilado del molino tenía un criado al que había enviado a traer (o llevar) no sé qué con un carro entoldado tirado por un robusto caballo percherón (no hay ninguna similitud de apariencia con la esbelta figura de los típicos caballos de las películas del oeste). Nuestras madres aprovecharon para enviarnos con este señor, a mi primo, Andrés, y a mí, a pasar dos días con nuestros respectivos abuelos. Por aquello de ir en carro entoldado, yo llevaba zapatos festivos (sin calcetines, que era verano) que probablemente me quedaban ya pequeños.

Aquel señor (criado) tenía un fuerte acento hablando... gallego... o leonés, pero, sobre todo, tenía un extraño comportamiento de mimo hacia el caballo. Para nada hubiera hecho trotar al animal. Iba a un paso cansino que hubiera superado cualquier famélico burro con cuatro veces menos de carne que aquel sobrealimentado caballo percherón. Lo peor del caso es que a mi primo y a mí nos mandaba bajar a empujar el carro en las pendientes de ascenso. Mi primo y yo nos meábamos de risas, y nos bajábamos, sí, pero, en lugar de empujar, nos colgábamos del carro, o nos dejábamos arrastrar por el caballo.

Pasados dos días con nuestros respectivos abuelos, mi primo y yo iniciamos el camino de regreso en "el coche de San Fernando": o sea, un rato a pie, y otro, andando. Aquellos putos zapatos festivos, sin calcetines, comenzaron a hacerme rozaduras por todas partes. A ratos, cuando llegaban tramos arenosos de camino, me quitaba los zapatos y caminaba descalzo. Las más de las veces, por terrenos rugosos, me veía obligado a aguantar el molesto calzado. Y de vez en cuando, me sentaba, inútilmente, a contemplar cuánto habían crecido la rozaduras desde la última vez vistas, y a maldecir a los zapatos.

A la llegada a casa, había una señora de San Sebastián, familiar lejana de mi abuela paterna. Al verme en ese estado (casi no podía andar), se empeñó en lavarme las rozadoras con agua oxigenada y ponerme tiritas en los pies. Yo no sabía lo que era una "tirita"... es más, aquello me sonaba ridículo...agua "oxigenada", "lavarme" los pies, y "tirita"... del verbo tiritar. ¡Cómo que iban a lavarme a mí los pies con agua oxigenada, y ponerme tiritas! ¡Si yo lo único que quería era tirar aquellos cabrones de zapatos, y ponerme mis cómodas zapatillas!. Al final, la señora se salió con la suya. Sacó su botiquín de viaje, me lavó las rozaduras con algodones empapados con agua oxigenada, y me las cubrió con tiritas
.