Negros nubarrones en el horizonte.



Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.

Sumario: 186- Urgencias. 187- Javier Marías. 188- Semana Santa. 189- "señores y Señores". 190- "¡Por nosotros no llueve!".



186- URGENCIAS

(Publicado en Diario de Burgos el 8 de septiembre de 1996).

Hace algunas fechas, Diario de Burgos nos ofrecía un artículo sobre la utilización del Servicio de Urgencias del hospital de la Seguridad Social en nuestra ciudad. En dicho escrito aparecía un porcentaje alto de pacientes que requerían este Servicio sin precisar tal urgencia. A primera vista de la lectura de los números de dicho texto, se podría extraer que los burgaleses somos unos tiquismiquis que nos quejamos por nada. Y no, no es cierto. En realidad, dichas cifras pudieran esconder parte de un problema de gestión. Me explico: Si a una persona adulta, en plenitud de facultades, le cierran las puertas, será completamente normal su intento de salirse por la ventana. Y el responsable de ese hecho anormal no es quien se sale por la ventana, sino quien cierra las puertas.

Aquí también vendría bien aplicar el refrán: "quien ha sido cocinero antes que fraile, sabe lo que hay en la cocina". Sería interesante que los abades hubieran estado un tiempo entre pucheros. Eso aquí es materialmente imposible, pero a todo gestor de la Seguridad Social debieran exigirle un año de enfermedad. Por lo menos, que supiera de, como vulgarmente se dice, "pasarlas putas" debido al dolor.

Para apoyar mis palabras, voy a contarles una historia, una entre tantas:

Un amigo mío sintió dolores en cierta parte del cuerpo y acudió con su queja al médico de cabecera. Éste, le hizo un volante y le envió al especialista. Como mandan las reglas, pidió cita vía telefónica, y se la dieron por correo. Le tocó el turno señalado y acudió a consulta. El especialista, muy amable, le miró atentamente y acabó diciendo que sería necesario hacer un radio-diagnóstico y le envió a la ventanilla del ordenador para que le dieran el día. Hasta aquí todo perfecto. Era 26 de agosto de 1996.

La sorpresa, además mayúscula, llegó cuando en la ventanilla del ordenador le dieron día para el 14 de febrero de 1997. Mi amigo, como es muy tímido, no dijo nada a los funcionarios, pero sintió que le habían tomado el pelo. Y para su interior, no juró en hebreo porque es creyente y, además, sólo sabe castellano. Como a pesar de su dolor aún le queda humor, se consuela diciendo que tiene una cita para San Valentín, día de los enamorados. ¡Toma ya!.

¿Qué puede pasar a partir de ahora? Primero: que a la fecha 14/2/97 mi amigo ya no necesite dicha prueba. a) Porque desaparezca su dolor como si todo hubiera sido un espejismo, o b) porque se vaya donde al lector no le hará falta mucha imaginación para figurárselo, y yo no menciono por no ser pájaro de mal agüero. Segundo: que el dolor persista o se incremente. Si sucediera esto segundo, mi amigo tiene dos caminos: a) recurrir a la medicina privada donde le hacen la prueba al día siguiente, o b) irse al Servicio de Urgencias para que sepan que aún está vivo y sigue necesitando de alguna solución inmediata.

Con esta historia he pretendido decir que se dejen de porcentajes fríos y aborden las causas desde su punto real. De tiquismiquis, nada. Y si el potencial médico de la Seguridad Social está desbordado por la demanda de asistencia, los pacientes recibiríamos con agrado que se nos dijera con claridad: "¿"Le agradeceríamos a usted que, para descongestionar la Seguridad Social, si le fuera posible, acuda a la medicina privada. Gracias"?". Puestos a proponer, ¿qué tal quedaría eso en un recuadro chiquitito en los volantes?.

La frase más conflictiva del escrito, la he metido entre comillas e interrogantes para evitar ser objetivo de una pedida de cuentas. Cada uno es cada uno. Léalo e interprételo como usted quiera.



187- JAVIER MARÍAS

(Publicado en la revista "El Semanal", 2 de julio de 1995).

Discrepo del artículo de Javier Marías titulado "El escarabajo", porque plantea una confrontación absurda. Cuando la solidaridad surge de la sinceridad no hay diferencia que valga fundamentada en la proximidad o lejanía de la persona a la que se ayuda.

El escritor juzga con ligereza. Marías debiera preguntar a la amiga que mencionaba en el artículo su opinión sobre los acampantes a favor de la cesión de 0,7 por ciento del PIB al Tercer Mundo, así como por los colaboradores anónimos de Manos Unidas, Médicos Mundi y/o Ayuda en Acción. No vaya a ser que el exterior se nos quede gritando de injusticia y el interior lleno de necesitados: porque para el corazón generoso no hay fronteras y ayudará siempre que pueda, bien sea aquí o allá.



188- SEMANA SANTA

(Publicado en la revista Regañón).

En breve llegará la Semana Santa. Voy a desarrollar ese tema, sin afanes de predicador. Tampoco pretendo meterme en la conciencia de las personas: también, valga el juego de palabras, se puede ser ateo de buena fe. Por lo tanto, desde estas líneas, advierto de mi respetuosidad hacia todas las creencias e increencias del género humano. Y si alguien se siente ofendido, no ha estado en mi ánimo molestar a nadie. Una vez advertidos de mis respetos, voy a hablar de las distintas posturas adoptadas ante la llegada de la Semana Santa intentando hacer un estudio de las distintas actitudes ante estos días del calendario. Se trata de un análisis de estas fechas religiosas o vacacionales viéndolas desde mi pañuelo particular. Eso dicen que es el mundo, un pañuelo.

Es difícil comprender la Pasión de Cristo desde nuestra posición humana. Yo espero que no me "pegue" el cura por decir esto. Y menos aún, entender la Pasión en estos tiempos, cuando vivimos en exceso el ser, el tener y el disfrutar. A los hombres nos pesa en demasía la materia de nuestra humanidad en perjuicio de nuestra parte espiritual. Tampoco es raro que así suceda. Sin desmesurados reproches, ya se lo decía Cristo a los soñolientos apóstoles en el Huerto de los Olivos: "El espíritu es fuerte, pero la carne es débil". Así es: quien más, quien menos, casi todos, yo el primero, nos dormimos en nuestra propia comodidad. De todas formas, en la actualidad esta debilidad está agravada por vivirse un excesivo materialismo. Hoy, enrollados en nuestra mecánica de disfrute de la vida, todo lo espiritual nos suele sonar a sermón rancio.

Los seres humanos, por principios, tendemos a huir de toda amargura. Y la Pasión de Cristo es amarga, muy amarga. Revivirla, nos es menos apetecible que gozar de una jornada de playa, disfrutar de una película del este, o del oeste, alegrarnos con la lectura de una novela rosa, o de otro color menos rosado, o hasta pegarle cuatro voces al árbitro de un partido de fútbol que ni nos va ni nos viene. Según nuestro grado de fe, el suceso de la Pasión, o nos parece un cuento chino ante el cual detenerse es una pérdida de tiempo, o una cosa muy seria que da aldabonazos incómodos en nuestra alma. Al respecto de lo dicho en este párrafo, recuerdo una anécdota. Voy a contársela:

En una ocasión durante la procesión de Viernes Santo, me quedé acompañando en casa a mis abuelos, ya muy mayores. Ambos eran profundamente creyentes. A iniciativa de ellos, mientras en las calles del pueblo se cantaba el Viacrucis, rezamos el Santo Rosario. Luego, como nos sobraba tiempo, me ofrecí para leerles la Pasión completa según alguno de los evangelistas.

- No, no. ¡Que eso es muy triste! -me contestó el abuelo.

Tenía toda la razón. La Pasión es como es y tampoco podría ser de otra manera. ¿Cómo Cristo podría haber respondido al sufrimiento humano sin pasar por la cruz? Si Cristo se hubiera bajado de la cruz cuando se lo pidieron los soldados como señal de ser Dios, habría sido un gran milagro para ellos. Pero... a mí... no me habría valido para nada. En ese caso, no habría respuesta para el dolor. Por lo menos, para mí.

Si bien, el sufrimiento del Calvario no termina en la muerte. Al menos, eso dicen: Acaba en Resurrección. Y el hecho sólo es triste si miramos la etapa en solitario. En ese paso a una vida eterna está basada nuestra fe de cristianos. ¿No nos dice San Pablo que si Cristo no hubiese resucitado, nuestra fe carecería de sentido?.

Para algunos, la Semana Santa se parece, recuerdo mis tiempos de niño, a la salida de la escuela en tropel. ¡Hala!, ya hemos quedado libres. Así es algunas veces. A muchos, les falta tiempo para cogerse las maletas y atascar las carreteras en una salida de vacaciones. A cargar

las pilas, eso dicen ellos. Respeto esa opinión, aunque tengo mi punto de vista particular al respecto. No discuto lo esencial, es cuestión de matices solamente. Hay quien presenta esas escapadas vacacionales como una necesidad. Y no, no es tanto como necesidad. Algunas cosas, como el descanso vacacional y cambiar de ambiente, pueden ser convenientes... e indiscutiblemente lo son... ¿pero necesarias...? Calificarlas como necesidad, es un insulto a quienes sufren la pobreza de la falta de alimentos: ¡Como si estuviéramos en un mundo donde se hartaran todos...! El hambre no se va de vacaciones... Aunque sólo se trate de matizaciones, no confundamos las necesidades primarias con las conveniencias de segundo orden.

Asimismo existen quienes ven las procesiones de Semana Santa como si fueran exclusivamente turismo. Respeto esa postura, pero no la entiendo. Se habla de cultura y de tradición y la hay, sin ninguna duda. Lo vil del caso, es promocionar estos ritos religiosos con el fin material de llenar los hoteles. Consiste en promocionar un negocio a partir de la religión. ¡Un respeto por favor! Una procesión es para vivirla, pero jamás para hacer de ella un espectáculo. Nunca he entendido esta postura. Y cada año tiene más adeptos. Algunos cuentan en su haber visitas a distintas procesiones de Semana Santa como si fueran sellos de correos para una colección filatélica. A mí me dejaría completamente vacío un acto religioso vivido como espectáculo. Porque, o creo un poco e intento vivirlo, o que lo den morcillas.

No aguanto las retransmisiones televisivas de estos actos:

- Que si esta imagen del Cristo doliente es de Berruguete... que si esta escultura de rostro patético es de Juan de Juni... que si esta cofradía fue fundada en el siglo XVII por no sé quién... que si la talla de la Dolorosa es obra de Salcillo y el vestuario lo regalo la Reina no sé cuántas... que si la carroza es de estilo plateresco y está portada por 34 cofrades, y bla-bla-bla.

Y es una pena, porque esas aclaraciones están muy bien para estar enterado de arte, pero ahí se queda todo. No hay ni una palabra del mensaje evangélico para acompañar a las explicaciones artísticas. Si acaso, entre tanto comentario, resuena alguna saeta, no sé si para dar un toque de melancolía a la retransmisión o para amenizar el cortejo de cara a ofrecer una buena gala al telespectador.

¿Pero esto qué es? ¡Si yo he venido a una ceremonia religiosa, pero no a un circo! ¡Si al menos el locutor fuera más parco en las explicaciones externas y ayudara un poco en la tarea de rememorar unos hechos históricos que sirven de pauta en nuestra fe de creyentes! Porque, quien no sea creyente, está bien claro que no va a aguantar esa retransmisión. Al momento, cambiará de canal televisivo en busca de algo divertido.

Después está la vivencia, a mi juicio, más corriente: Consiste en apuntarse a la procesión y vivir por unos días todo el sentimentalismo que inspira el recuerdo de La Pasión de Cristo. Y, si es posible, hasta ser cofrade de túnica y capuchón. Y pegarse, si hiciera falta, por llevar al hombro la imagen del Santo Entierro o de la Dolorosa. Este comportamiento consiste en llorar en nuestro interior el efecto de nuestras debilidades. Arrepentirse sí. Pero sólo mientras dure la procesión, a lo sumo, hoy y mañana. Algo es algo. ¡Si al menos cargáramos nuestras pilas (las pilas espirituales)! No estaría mal, pero es una experiencia incompleta.

La auténtica forma de vivir religiosamente la Semana Santa, no es solamente compadecernos del dolor de Cristo y de su bendita Madre. Eso sería muy poco. Cosa de tres días nada más. Inútil si después, los 362 días restantes, volvemos a nuestra comodidad habitual, ya curados de sentimentalismos. Se trataría de ver junto a la cruz de Cristo, las cruces de todos nuestros hermanos. Esas están todos los días con nosotros. Los hombres van cargados con las cruces de la guerra, el hambre, la miseria, el paro, la droga, la vejez, el dolor, la enfermedad, la soledad, las dudas, las debilidades humanas, etc.

Y es que, en símiles propios de los recuerdos históricos del tiempo: Si, pensando en un Cristo Salvador, le dejáramos a a Él, toda y en exclusiva, la función de salvar y nos negamos a hacer nuestro deber, de cirineos de nuestros hermanos, estaríamos lavándonos las manos como Pilatos.

Ya sé, ya sé que hablar en la actualidad de pecados no se lleva ni siquiera en Semana Santa. Por hablar de pecados hoy, pueden condenarte al desprecio. En una ocasión, un misionero en Chile que estaba de vacaciones, hablando de la injusticia en el reparto de los bienes materiales, me dijo lo siguiente:

- Hoy no cuenta tanto el pecado individual como el pecado social.

¿Qué querrá decir?, pensé. Algunas veces, temes ser tratado por tonto, no te atreves a preguntar y pasas como si lo hubieras entendido. Entonces, así de momento, no entendí nada. ¿...? Pero ahora, lo voy entendiendo. Está muy claro el sentido de esa frase. No consiste en fijarnos en exceso de las prohibiciones de la ley y, mientras tanto, olvidarnos de la existencia de un mandamiento del amor. No quito hierro a ninguna prohibición de los diez mandamientos, pero, ¿puede haber mayor pecado que dejar morir a un ser humano de hambre?.

Como muestra de lo dicho en el párrafo anterior, les dejaré una frase de autor que hallé en el periódico y me pareció oportuno anotarla entre mis apuntes: "El peor pecado contra el prójimo no consiste en odiarlo, sino en mirarlo con indiferencia". (George Bernard Shaw).

Es absurdo llenarse de sentimentalismo con la cruz de Cristo e ignorar la cruz del hombre. Porque, la cruz de Cristo es la suma de las de todos los seres humanos. Y según el evangelio: <<quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso".

Y si por si todo cuanto he dicho no hubiera quedado suficientemente claro, añadiré otra frase de autor: "Es necesario bajar ante los hombres para subir ante Dios". (Lacordaire).



189- "señores y Señores"

(Publicado en Diario de Burgos el 17 de diciembre de 1995).

No hay error ortográfico en mi título, y si lo hubiera, es intencionado. Como no voy a exponerles ninguna actuación de circo ni pretendo lanzarles ninguna conferencia, no menciono también el señoras: se da por entendido. Por ello, nadie me acuse de machista: Aquí no utilizo el masculino, sino el genérico, y en él están incluidas las féminas. Sí intento transmitir en mi titular una distinción entre "señores": Mientras una palabra está escrita con inicial mayúscula, la otra no. Les ruego me perdonen por saltarme las reglas de ortografía al escribir con minúscula la letra inicial de frase. Es una falta premeditada. De haber intercambiado las palabras, no habría conseguido mi propósito por aquello de que la primera letra se escribe con mayúscula. En resumidas cuentas, el título viene a representar que, desgraciadamente, esta sociedad concede un trato diferente a las personas en función de lo que ostenten o representen.

En Diario de Burgos, 24/11/95, página 14, según el director de uno de los restaurantes más famosos y acreditados de nuestra ciudad, se nos descubría el secreto del éxito de su establecimiento. Como no se trata de ninguna receta culinaria, los seguidores/as de Karlos Arguiñano que no se molesten en coger papel y bolígrafo para anotar. El procedimiento no necesita ajo ni perejil, ni siquiera tiempo de cocción: "Siempre hemos dado la bienvenida por igual a un ministro o a un gran empresario que a un buen hombre de pueblo, que se acerca a comer el domingo". ¡Bien por el restaurante (...) y su fórmula! He omitido el nombre del establecimiento, poniendo en su lugar puntos suspensivos, por no estar en mi ánimo hacer publicidad.

Por contra, en la misma fecha citada, se nos cuenta el resultado de la votación para aprobar la concesión de un suplicatorio para poder encausar a un "Señor" ex-ministro. ¡Anda! Pero, ¿no somos todos los españoles iguales ante la Ley? No discuto la realidad de esa ley. Existe, y eso es indiscutible. Mi polémica gira en torno a la conveniencia de la existencia de la ley de inmunidad parlamentaria. Y eso sí es debatible, y a mi juicio, es del todo inoportuna. Se podría dar el caso de un "Señor", con pruebas en su contra abrumadoras, que no pueda ser encausado por disponer su grupo de mayoría para poder votar en contra del suplicatorio. Si llega el caso, las pruebas lo aconsejan y la Justicia así lo reclama, un parlamentario debería sentarse ante la Justicia como cualquier hijo de vecino, sin aferrarse a su condición de "Señor". Pues, existen mejores métodos para combatir una posible difamación. Existe el recurso de la querella por injurias. Además, ¿no es la mejor manera de defenderse, declarar, y que resplandezca la verdad?.

He citado en una pregunta parte de un artículo de la Constitución: "Todos los españoles somos iguales ante la Ley". Perdonen, pero yo nunca me lo he creído. Son teorías bienintencionadas. La práctica camina por senderos distintos. Pues, aunque la Ley de cara al individuo no varíe, sí cambian las formas. Siempre existen las libertades bajo fianza y los superabogados y catedráticos en derecho para buscar las lagunas de la ley. Pues, ya conocen el dicho: "quien hizo la ley, hizo la trampa". Y si no se me cree, que se compare el número de folios del sumario de un ratero común con abogado de oficio con el de cualquier delincuente de cuello blanco defendido por un equipo de prestigiosos abogados con dedicación plena a su caso.

En este patio de colegio en que se ha convertido la política española, donde a todos se nos cree merengues o culés (por citar a dos hinchadas) y, como todos los exaltados forofos, ven las faltas en el área contraria ignorando las cometidas por el propio equipo, ya habrá algún lector buscándome afiliación por hablar así. Pues no señor, soy del partido del SC (sentido común). Y les falta mucho de eso a nuestros actuales políticos.

Hace días por la radio tuve la ocasión de escuchar a un filósofo del mundo metido en el ambiente de fútbol. Se trata de Juan Manuel Lillo, actual entrenador del Salamanca. En alusión a transmitir sus tácticas a la plantilla, decía algo que bien pudiera servir de slogan político: "Gobernar es convencer". Cuando se enterarán nuestros políticos, de uno y otro signo, de que gobernar es convencer y no mirar a las urnas y engatusar al público para asegurarse votos hasta el extremo de llegar a la mentira. A este paso, pronto, en política no va a resultar rara la mentira, sino la verdad... ¡Quien dijo aquello de "mientes más que un político"! A lo mejor, hasta tiene razón.



190- "¡POR NOSOTROS NO LLUEVE...!"

(Escrito para la revista Regañón).

En primer lugar, para evitar equívocos (no me vayan a tirar a mí al Pisuerga), pido que lean mi escrito íntegro antes de juzgar este extraño título sacado de una anécdota graciosa.

Hoy me han pillado ustedes en fuera de juego. No es que haya venido el coordinador de la revista Regañón a recoger los escritos y me haya encontrado en blanco. No se trata de eso. Soy prevenido. Simplemente sucede que se me ha metido en la cabeza referirme a un asunto de lluvias, sequías y rogativas, fuera de tiempo. Ése es el problema de escribir en una revista de edición trimestral. En un número es pronto para hablar de un tema concreto y en el siguiente, ¡zas!, ya está completamente pasado de moda. Voy a hablarles de la sequía. Y hablar de esa materia en esta revista tiene sus dificultades derivadas de la cadencia de la publicación. Me explico: Si hubiese hablado de sequía en la edición anterior (primeros de abril) con la esperanza en forma de simiente, recién sembrada, los agricultores, y con razón me hubieran tachado de apocalíptico y de pájaro de mal agüero. Y si hablo ahora de sequía (primeros de julio) con la cosecha a punto de entrar en los graneros, pensaran que hablo a destiempo, no estoy en este mundo y salgo por los cerros de Úbeda. A pesar de todos los problemas mencionados, sigo erre que erre. Me pondré los prejuicios por montera. Acepto los improperios de los lectores (por favor que no sean muy gordos), me liaré la manta a la cabeza, y seguiré adelante con mi propósito.

Como cachondeo, a la sequía del franquismo se la califica con el adjetivo de pertinaz en memoria del calificativo de los discursos del General. No se engañen ni se dejen engañar: la sequía nada sabe de política. Hoy, además de pertinaz es doble: No llueve y, además, no llueve sobre suelo reseco. El General Franco, a quien ni quito ni pongo (nadie me tache de antidemócrata), porque aquí trato de fenómenos atmosféricos y no de regímenes de gobierno, se las pintaba saliendo en el NODO de los cines inaugurando pantanos. En la actual democracia esa clase de inauguraciones son una asignatura pendiente, porque a la agricultura ya no se le da vela en el entierro y ni pincha ni cota. Y sigue igual: lloviendo muy de cuando en cuando. Cada vez más de cuando en cuando. Seguimos cada vez más sedientos.

En España las sequías han existido siempre. En sus anécdotas, contaba mi difunto abuelo la historia de una sequía muy especial. No recuerdo el año, porque mi memoria es frágil y no se queda con los datos de cifras. Tan grave era la cosa que las autoridades civiles y eclesiásticas convocaron a toda la comarca a realizar unas rogativas a la ermita de Zorita de Melgar de Fernamental. Los vecinos de la zona aparejaron los carros de vacas, o de mulas, para trasportar a toda la familia y allá se fueron. Añadía mi abuelo que en el sermón el fraile predicador venido para la ocasión, aludiendo a la condición pecadora de los fieles y para llamarles a la penitencia, decía a voz en grito:

- Por vosotros, peleles, ¡por vosotros no llueve!

Según seguía narrando mi abuelo en su crónica verbal, si en años anteriores, todos se deshacían a la hora de dar cuenta de las viandas a la sombra del carro en invitar al predicador, aquel fraile fue condenado a comer él solo.

Si hoy, alguien, por muy fraile o cura que fuese, se atreviera a decir tales cosas desde el púlpito, le tirarían al Pisuerga. O, tal vez, en honor a la Virgen de Zorita, le conmutaran el chapuzón por solicitar al Sr. Arzobispo un destierro para el orador.

El buen fraile no sabía, o no quería saber, que Dios no nos da sequía por pecados. Eso sería venganza. Ese no es su estilo, según S. Juan "Dios es Amor". De todas formas, en el evangelio se hace una alusión casi literal al tema cuando dice que Dios hace salir el sol para justos y pecadores. No obstante, si en las palabras del fraile cambiáramos la causa pecadora por una ecológica y si sustituyéramos el vosotros por un nosotros (también mea culpa) y, además, suprimiésemos ese provocativo peleles, seguirían siendo válidas: "¡Por nosotros no llueve!". De ahí el título del escrito. La verdad, hemos deteriorado más el planeta tierra en los últimos cincuenta años que los anteriores cincuenta siglos. ¿Y a esto se llama progreso? Nos hemos pasado. Esta generación legará a las venideras una naturaleza bien distinta a la recibida en herencia. Nos comportamos como si la naturaleza fuera exclusivamente nuestra, y el que venga detrás, que arree.

Anoche, ya en la cama, evoqué el saludo a un amigo en un día lluvioso de finales del mes de mayo tras una intensa sequía:

- Por fin ya llueve -saludé.

- Sí -me respondió-. Hoy nos caen del cielo, pan, vino y chuletas.

A continuación, me quedé dormido pensando en gratos recuerdos: Pensé en lluvia, en charcos, en agua cristalina corriendo entre las ovas por todos los arroyos y en nevadas intensas con sendas para transitar de casa en casa. De semidormido, recorrí una a una las numerosas fuentes del campo que me saciaron la sed en mi juventud. Recordé ranas croando por los frecuentes regatos, la pesca con reteles y el olorcillo de suculentos cangrejos autóctonos recién pescados y guisados. Y puse color con flores primaverales y olmos exuberantes no afectados por la grafiosis. Y vi cigüeñas sobre el campanario, y continué con la visión de abubillas, urracas, torcaces, zorrillas, copetonas, carboneras, babosillas y no sé cuantas especies más de aves... y no lo sé, porque me quedé dormido.

¿Qué? ¿He dicho de más? Por desgracia, no hace falta ser muy joven para no creerse mis palabras y pensar que hablo de sueños. Y sin embargo, tampoco hace falta ser muy viejo para saber que todo eso existió. Ya sé que me dirán ustedes que estoy equivocado. Esa duda también la he tenido yo. ¿Serán mis circunstancias físicas o será que me estoy haciendo viejo? ¿Será que ya he perdido la ilusión por vivir y ya no veo las cosas bellas? Acaso. Es verdad que la belleza de un cuadro no está en el lienzo, sino en los ojos de quien lo mira. Es muy difícil ver belleza desde un sentimiento negativo. Lo comprendo. Pero, ¡ah!, yo no me he inventado la contaminación... ni lo del agujero de ozono... ni la pérdida del pulmón atmosférico de la Amazonia... ni la destrucción por los incendios de los bosques... ni el anunciado cambio climático... ¿Qué? ¿Zarandajas? No lo creo. Y si no, vean:

El otro día transitaba por el puente, y el río, ¡qué asquito de agua!, se sentía repugnancia sólo con verla el color desde arriba. ¿Saben qué pensé? ¡Con los tragos que yo me he echado a morro del agua clara del río! Eso, la juventud de hoy no se lo puede creer. A los jóvenes no les es posible creerlo. Y, ustedes lo saben, no hace falta tener muchos años para saber que es verdad que yo y los demás chicos de mi edad bebíamos a morro en el río.



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